viernes, 10 de enero de 2014

RECOMENDAR LIBROS, UNA ACTIVIDAD DE RIESGO



A finales de años, al igual que el  ya tradicional turrón, el cava y las cenas con los amigos o la familia, las listas con los libros más vendidos o los mejores del año vuelven a nosotros y se repiten sucesivamente inundando  todos los medios. Parece ser que el ganador indiscutible en cuanto al género de la novela se refiere es En la orilla de Rafael Chirbes; pero, casi con toda probabilidad, muchos de vosotros durante el pasado 2013 habéis leído algún libro que porque era demasiado delicado, raro o extemporáneo no ha aparecido en este tipo de listas. Libros que os han hecho soñar o ha devuelto la alegría a una mortecina y triste tarde de domingo; ha iluminado vuestro pensamiento y vuestra visión de las cosas e incluso os ha permitido pensar que podíais cambiar el transcurso de los acontecimientos, al menos los de la vuestra inmutable cotidianidad. Aun así, ¿os atreveríais a recomendarlos?
Roberto Merino escribió: “Recomendar libros es un ejercicio tan fallido como aceptar recomendaciones. En el trance de lectura no hay ninguna objetividad y la experiencia de leerlos es intransferible.”
Algo similar pensaba la excepcional ensayista y narradora inglesa Virginia Woolf: “…el único consejo sobre la lectura que puede dar una persona a otra es que no acepte consejos que siga sus propios instintos […] Aceptar autoridades –por muchas pieles y togas que luzcan- en nuestras bibliotecas y permitirles que nos digan como leer, qué leer, y el valor que le hemos de dar a lo que leemos, es destruir el espíritu de libertad que se respira en esos santuarios.”
 

En mi experiencia, tanto profesional como lector, recomendar libros es una de las tareas más difíciles con las que me encuentro frecuentemente, y en las que he acertado con sugerencias casi tantas veces como he fracasado. Es habitual que en mi trabajo suelan pedirme una recomendación, y aun a sabiendas de que probablemente erraré, me arriesgo a ofrecerla; y si me equivoco no temo volver a hacerlo, pero si acierto, quizás ya tengamos un nuevo lector y la conversación literaria florezca.
El hábito de la lectura es subjetivo y esencialmente intransferible. Aunque la experiencia individual lectora no es incomunicable, a menudo nos suele ocurrir que nos faltan las palabras, que no sabemos cómo explicar en que consiste la grandeza de una obra literaria que nos ha emocionado. Cuando buscamos comunicar ese entusiasmo nos damos cuenta de que la obra en cuestión no trata sobre nada relevante, incluso al relatarla suena a una nimiedad que no parecía ser materia de alta literatura. Otras veces, no obstante, sí que logramos incluso transmitir esa emoción con tal efusividad que cuando nuestro interlocutor finalmente la lee, su decepción es mayúscula ante tal plétora de prodigios.


Los lectores acostumbrados a compartir sus lecturas saben que no existe una única lectura acertada. A menudo comprobaremos que la misma obra puede haber hecho las delicias de un lector y sumido en el tedio a otro, y seguro que ambas opiniones son plausibles. Esto es así porque no existe una única lectura, o lo que podríamos llamar lectura objetiva, lo que explica que una obra compleja genera reacciones disímiles, incluso hasta opuestas, sin que por ello ninguno de los lectores dejen de tener razón, incluso puede que suceda en uno mismo. ¿A quién de nosotros no se le ha caído de las manos un libro que de joven lo encandiló? ¿A quién no le ha sucedido alguna vez lo contrario? Cada cual acude a los textos literarios con su bagaje cultural, su experiencia de los asuntos humanos, su edad, sus predilecciones, su estado físico del momento, etc.
Pero también existen otro tipo de recomendaciones que no se limitan al amigo lector o a la persona en la que confíes tus gustos literarios. Existe un placer inconmensurable en descubrir nuevas propuestas literarias en el eco de otros lectores. Por ejemplo, en el caso del libro que estoy leyendo ahora, Tristram Shandy de Laurence Sterne, llegué a él a través de las extraordinarias recomendaciones de autores como Vila-Matas o Javier Marías. Tal vez, si esos grandes lectores, que a la postre son todos los buenos escritores,  hubieran dejado de comunicar su experiencia nunca hubieran podido terminar de conectar felizmente con la nuestra y hubiéramos podido llegar a ellos.

Por último, también podemos encontrar admirables hallazgos en las sugerencias de los críticos literarios. Estos, como especialistas en la materia que son, deberían ser los primeros a los que acudiéramos. Ahora bien, cuando hablo del crítico me refiero a aquel que es capaz  de hacer apetecible las obras valiosas; aquel que no se limita a descifrarlas con adusta terminología de profesor, sino que se toma la molestia de transmitir entusiasmo, humanizando generosamente sus textos críticos; aquel, pues, que explica con precisión y claridad las razones por las que destaca una determinada obra. Pero, si por el contrario, se limita a redactar un extenso resumen del argumento, o hacer publicidad encubierta de determinado autor con eslóganes del tipo: “lean sin falta la novela; no se la pierdan” y demás clichés, o a ejecutar un ajuste de cuentas pendiente con determinados autores o editoriales se está convirtiendo en un comerciante del mercado literario y  le  da la espalda o deja de lado su verdadera función que tan solo es traspasarnos la información para que después sepamos qué leer. Todo lo que se aparte de este cometido final desvirtuará por completo tanto su profesión como sus propuestas.
En conclusión, podremos admitir y aceptar las recomendaciones de los amigos en los que confiamos, consultar los suplementos culturales que se publican semanalmente, o leer a esos brillantes autores que descansan en nuestras bibliotecas, pero la recomendación por sí sola no es suficiente. Leer es un arte complejo, exigente, hay que estar dispuesto a entrar y habitar el libro con imaginación, a dialogar con sus personajes, incluso con su autor, y por último, y lo que es más importante, ante todo y sobre cualquier tipo de recomendación, sigamos siempre nuestro propio criterio.

1 comentario:

  1. Yo descubrí el otro día esta web http://www.enigmasmisteriososeinexplicables.com/ pedí el libro "Julia B y la leyenda de la isla perdida en mitad de la noche" y me ha parecido un novelón!!!! Enganchadísima desde el principio hasta el final.

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