viernes, 8 de febrero de 2013

UNA MEDITACIÓN PARA UN VIERNES DE CARNAVAL



Me gustan las novelas que incluyen tales digresiones que, absortos como estamos en su lectura, somos incapaces de recordar cómo diablos hemos llegado hasta donde quiera que estemos en ese momento. Al mismo tiempo, disfruto con esos escritores que asombrosamente se las arreglan para que la relación entre la primera y la segunda línea sea totalmente lógica, y entre la segunda y la tercera también, y así, sucesivamente, hasta que llega un punto que no logramos entender cómo de esa afirmación de la primera línea hemos podido llegar a la aseveración de la última.

Del mismo modo, uno se levanta de la cama y repite en un orden lineal los mismos gestos y costumbres adquiridas hace ya algún tiempo: el primer café de la mañana nada más levantarse, afeitarse, ducharse, un beso de despida a tu pareja, y sales por la puerta de tu casa con destino al trabajo. Entonces comienzas a recorrer el mismo itinerario de todos los días, tal y como lo vienes haciendo durante los últimos años, sin apenas variación, reconociendo las caras ya habituales a esas horas, cegándote esa rebosante primera luz de la mañana en ese cruce de calles que siempre te has de parar como si de él dependiera tu destino, y, sin embargo, aunque vayamos repitiendo las mismas acciones día tras día nunca llegaremos a saber con total seguridad a dónde nos conducirá el siguiente paso.


martes, 5 de febrero de 2013

UN POEMA




Desde aquellos remotos años de estudiante de bachillerato en los que descubrí en clase de Literatura los caligramas de Apollinaire suelo acercarme de tanto en tanto a la poesía visual o experimental. Con el tiempo me he ido adentrando en esta vertiente poética sobre todo a partir de la obra de Joan Brossa primero y Chema Madoz después. Aunque no suelen ser muy numerosas las publicaciones sobre este tipo de poesía, excepto alguna antología de poesía de vanguardia o los denominados “Libro de autor”, de tanto en tanto aparecen nuevos acontecimientos que hacen que este género literario sea cada vez menos excepcional. Hechos como la exposición que la BNE le dedicó en el 2008, "La imagen en verso", o la antología de Alfonso López Gradolí, Poesía Visual Española (Antología incompleta) (2007), así como la reciente Poesía Experimental Española (Antología incompleta) (2012), dan buena prueba de ello.




Se considera que la poesía visual se mueve en un terreno fronterizo entre la literatura y la plástica, manteniéndose equidistante entre ambas; sin embargo, es cierto que definir un género poético que participa más de la imagen que de la palabra resulta un tanto complicado. Por ejemplo para Joan Brossa poesía visual es todo aquello que se puede ver y contiene poesía. Ahora bien, saber qué tiene o deja de tener poesía, no es tarea fácil; pero, ¿cómo se puede definir con la razón aquello que apela directamente a los sentimientos y al corazón?

Entre sus características, uno de los puntos más relevantes que destacaría de este tipo de poesía es su capacidad sintética: el máximo de expresividad con el mínimo de recursos. Y es que, sea como fuere, es indudable que el signo gráfico dentro de un lenguaje icónico, con sus múltiples significados polisémicos, tiende hacia la consecución de un lenguaje universal e intercultural, que no termina de completarse hasta que entra en contacto con el receptor y este, a través de su propia interpretación, comparte la magia del poema. Bien es cierto que no es necesario que la interpretación del lector coincida con la del poeta, ya que puede darle nuevas interpretaciones y esto siempre será un enriquecimiento para el poema.

En última instancia, la poesía visual constituye una provocación; de hecho uno de los factores que se pone en evidencia es el componente lúdico que acompaña al poema visual, y que convierte a los espectadores en actores, provocando en ellos ganas de jugar con las palabras y los objetos hasta que, finalmente, se sientan ello también poetas.

Ejemplos de poesía visual podemos encontrar muchísimos, incluso la publicidad impresa muchas veces son auténticos poemas, pero para mí hay uno que pone de relevancia todas estas características. Se trata de “Tradición Literaria” del poeta Benito del Pliego (Madrid, 1970), ganador en el 2003 del certamen de Poesía Experimental organizado por la Diputación de Badajoz. Este poema destaca por una simplicidad de elementos, únicamente dos lápices, y cuyo mensaje viene finalmente desarrollado por el título del poema: “Tradición literaria”.


Benito del Pliego, "Tradición Literaria". (2003)