viernes, 3 de febrero de 2012

TIEMPO DE VIDA


Existen libros que parecen que se hayan escrito sólo para nosotros. Me refiero sobre todo a esos cuyas peripecias o vicisitudes que se narran son tan parecidas a las nuestras que nos llevan a interpretarlo en clave similar a lo que nosotros hemos experimentado en algún momento de nuestra vida. El proceso de identificación que se establece es tal que realizamos una lectura totalmente sesgada, condicionada por esa actitud nuestra y de ese modo creamos una serie de empatías y antipatías con los personajes, así como determinadas respuestas ante las encrucijadas que se les plantean y que nosotros las respondemos como si fuéramos los propios protagonistas. Y al final terminamos subrayando sólo párrafos que nos sirven para evocar los estados de ánimo por los que hemos atravesado, o haciendo anotaciones al margen en el momento en que los personajes muestran situaciones análogas a las que hemos vivido en alguna ocasión. Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrente ha sido para mí uno de esos libros.

Marcos Giralt ha demostrado una gran madurez literaria al mismo tiempo que el tino justo para no caer en una patética sensiblería a la hora de enfrentarse al tema tan recurrente en literatura como es el rendir cuentas con su padre tras su muerte, que en este caso no es otro que el pintor Juan Giralt, aunque en ningún momento de la novela se le nombra. Lobo Antunes decía que “escribes sobre lo que has comprendido cuando ya es demasiado tarde”, sin embargo a menudo también se escribe por todo lo contrario, porque no se comprende y es normal pensar que de la mano de la escritura uno puede entender y, además, conseguir que no sea demasiado tarde. El propio Marcos Giralt al principio de la novela se pregunta porque ha de empeñarse en escribir sobre la relación con su padre, sabedor del daño que le puede producir indagar en esa relación llena de reproches y resentimientos enquistados, a lo que responde “porque no sé mucho más de lo que sabía cuando todo empezó, y fijar el mapa defectuoso de lo conocido quizá me ayude a encontrar lo que se me escapa”; y es que la escritura contiene la posibilidad del descubrimiento, del hallazgo, de la revelación. En esa reconstrucción de lo acaecido cabe el milagro de encontrar la clave que posibilite comprender.

Tiempo de vida es un relato descarnado, incluso despiadado con su padre, hasta tal punto que a veces a nosotros nos resulta impúdico en el sentido de que retrata aspectos demasiado personales de su entrono familiar, sin dejar a un lado en ningún momento los fallos, los defectos y errores del padre, visto siempre dese la única perspectiva del hijo, pero quién dice que no lo sintiera así. Sin embargo no puede decirse que el relato resulte una “vomitona testimonial”, como señala Rosa Montero, en la que el hijo exorciza todos los demonios, sino todo lo contrario, lo que sobresale es la calidad literaria ya que Giralt ha conseguido un sutil y comedido equilibrio entre la realidad y la ficción que define el género narrativo, y todo ello aderezado con un esmerado estilo, sin grandes recursos efectistas, y sobre todo con una gran sinceridad necesaria para que el autor finalmente haga las paces con su padre.

En demasiadas ocasiones se habla de la literatura como evasión, sin embargo, la literatura también es vida, y junto a ella, inseparablemente, la muerte. La cosa más común en este mundo es perder a alguien, pero no por ello nos acostumbramos tan fácilmente a su ausencia, una ausencia que continua tras la muerte en la obstinación del duelo. Necesitamos tiempo para asumir esa ausencia, para aceptar que no contestará nuestras llamadas, para admitir que no tenemos esa persona al lado pada darnos consejo, para acostumbrarnos que las fotografías que nos rodean son las de un muerto, así Tiempo de vida se convierte en una catarsis, en un viaje expiatorio para la comprensión de algo tan difícil de asimilar como es la muerte. Probablemente la finalidad última de esta novela sea la recuperación de la memoria frente al olvido: salvar del naufragio todos los momentos que les fueron uniendo.

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