viernes, 27 de enero de 2012

VIVIR CON LIBROS

A todos los bibliotrópatas nos ilusiona visitar las bibliotecas ajenas, mirar entre sus estantes, poder sacar un volumen, ojearlo, pasar la mano entre sus lomos, reconocer libros y compararlos con los propios, y aunque esto no siempre es posible, Jesús Marchamalo en su último libro Donde se guardan los libros, nos ofrece la oportunidad de conocer las bibliotecas particulares de una serie de escritores, para que nosotros, ávidos de curiosidad, podamos visitarlas. Desde Fernando Savater, a Vila-Matas, pasando por Arturo  Pérez Reverte, Juan Manuel de Prada, Carmen Posadas o Clara Janés, todas coinciden en mostrarnos un fiel reflejo de sus propietarios, o al menos de la imagen que nos hemos formado a través de sus obras y entrevistas, como demuestra el cuento que le envío Vila- Matas, una vez realizada la entrevista, y que es una lástima que no lo podamos leer, en el que se cuenta la historia de “un escritor de fama, que, tras marcharse de su casa el periodista, vuelve a poner el escritor la biblioteca en el estado en el que se encontraba antes de que, con en el anuncio de la visita, se hubiera dedicado a transformarla, a colocarla tal y como deseaba que la viera el mundo.”

Dejando atrás las manías que tienen cada uno a la hora de ordenarlas, -alfabéticamente, por épocas o por país de origen, en una o en dos filas…-,  de los fetiches y recuerdos que atesoran junto a los libros, o si conservan los libros permanentemente, como Vargas LLosa que no se deshacen nunca de ellos, o aquellos cuyas bibliotecas está en tránsito, como la de Francisco Rico, o la de Andrés Trapiello que está continuamente rehaciéndose, nos damos cuenta que da lo mismo lo voluminosa que sea, si tiene treinta mil ejemplares o sólo quinientos, si es de un escritor famoso, o de cualquiera de nosotros, porque lo más importante es que cada biblioteca es un espejo donde puede verse a su creador, ya que es el único que realmente conoce el verdadero propósito que justifica su existencia, pues cada biblioteca crece al ritmo y según las claves impuestas por sus propietarios. Pero además, en el caso de los escritores, éstas no sólo reflejan sus gustos e intereses, sino que aparece recogida y ordenada en su propia obra, a veces con los nombres al descubierto, a veces con los libros al revés para ocultar los títulos de lomo.

Biblioteca de Vila-Matas
Un autor, por personal que sea, alude siempre de un modo u otro a los demás a la hora de escribir, lo que implica también la certeza contraria: del mismo modo, un escritor eludirá aquello que detesta. Por ejemplo, Arturo Pérez Reverte, cuyas novelas me atrae bien poco, encierra en el sótano los libros que van a ser pasto del expurgo o del olvido, que para el caso viene a ser lo mismo, como la obra de Perec, Paul Auster, o Los detectives Salvajes de Bolaño, que no le interesa en absoluto, sin embargo muy bien considerados por Vila-Matas, escritor al que admiro y cuyas referencia bibliográficas y recomendaciones siempre me han permitido conocer otro modo de hacer literatura.

En definitiva, tras la lectura de este ameno y singular libro, que curiosamente no formará parte de mi biblioteca particular, pues es el primer e-book que me he comprado, paradojas de la vida, uno aprende que la verdadera biblioteca de un autor no está cubriendo las paredes de su casa, sino que ésta las rebasa para asaltar cada página de su obra, no sólo porque escribirá aquello que quiere leer, sino porque sus palabras son la consecuencia de su lectura. Las palabras son como antiguas baldas de nogal, donde cada autor va colocando sentimientos propios y libros ajenos.

viernes, 20 de enero de 2012

LOS DOS DARÍOS

Un 18 de enero de hace 145 años nacía Rubén Darío, conocido por ser unos de los creadores de la poesía modernista en lengua española; aunque para hacer honor a la verdad, sus inicios modernistas fueron realmente en prosa con los cuentos de  Azul (1888).  Quizás haya sido esta consideración como poeta modernista  lo que como un gran losa más pesa sobre él, ya que a cualquiera que preguntemos por algunos de sus poemas, casi con toda probabilidad nos recitaría incluso algunos versos de la Sonatina.

Dada su composición estrófica, la musicalidad, el cromatismo, ese paisaje exótico y remoto, tras una primera lectura, podríamos pensar que se trata de un poeta fútil, o incluso un tanto trivial y frívolo. Sin embargo este poema no es  más que un claro ejemplo de poesía escrito al estilo parnasiano, cuya máxima aspiración es la reivindicación del arte por el arte, donde la belleza y la armonía se expresan a través tanto de templos jónicos como de castillos mediavles, ninfas y princesas, o hexámetros latinos. Pero este artificioso y estilizado cuento de hadas, no es otra cosa que la piedra angular que da soporte al desarrollo de un conflicto interno mayor, ya que Darío, al igual que la nuestra, pertenece a una generación de desencantados, herederos de una sociedad permanentemente en crisis;  y si no, ¿cómo se explica que el mismo Rubén Darío de la Sonatina hubiera podido escribir versos como “El hombre en el mundo errante,/ lleva la tumba delante/ y la negra noche atrás”,  o un poema como Lo fatal?.

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

A menudo las conmemoraciones no tienen mucho sentido y duran lo que se alarga el día, pero a veces también sirven para devolver el valor a los escritores que, como Rubén Darío, son injustamente valorados por una serie de tópicos incomprendidos.

viernes, 13 de enero de 2012

LA DAMA DE LOS CUADERNOS

Las bibliotecas son como los bosques, pues en ellas podemos encontrar libros cuyas páginas se entrelazan, como las raíces de los árboles, con otros libros. Cuando leí la correspondencia entre Juan Benet y Carmen Martín Gaite, recordé muchas de mis lecturas pasadas de ésta última, del mismo modo que quise volver a releer otros, pero esas misteriosas conexiones me llevaron a la lectura de uno nuevo, La dama de los cuadernos, del escritor alicantino, aunque afincado en Málaga, Raúl Cremades.

El origen de esta novela lo podemos encontrar en el libro, del que también es coautor, Cuando llegan las musas, en el que se recopilan los tics de algunos escritores, sus pasiones, sus costumbres, en definitiva sobre el oficio de escribir. En el capítulo dedicado a Martín Gaite, ya adivinamos el germen de lo que luego será esta novela.





La dama de los cuadernos es una biografía novelada de la escritora salmantina. Cuando comenzamos a leerla, lo primero que nos llama la atención es la voz narradora, y lo cierto es que el autor ha arriesgado bastante a la hora de escoger a la propia Carmen Martín Gaite como relatora de su experiencia personal. Del mismo modo, había de elegir también un interlocutor idóneo. De todos es sabida la gran preocupación de Martín Gaite por encontrar ese interlocutor ideal, pues como dice en un momento de la novela, “Más o menos desde el año 75 venía yo buscando un interlocutor para contarle mis historias más verdaderas. En realidad, toda mi vida ha sido ha sido un búsqueda constante de interlocutores validos(p. 114); por lo tanto Cremades necesitaba imperiosamente encontrar esa persona a quien Carmen le pudiera contar sus vivencias, y quién mejor que su hija Marta, fallecida a la edad de 28 años. Sin embargo, lo que a simple vista pudiera parecer la perfecta elección, al principio resulta un tanto artificiosa y forzada, pues cuando la madre le va narrando a su hija sus recuerdos de niña, que viene a coincidir con la edad de su hija en ese momento, el autor hace demasiadas explicaciones que, aunque se trate de una niña, por lo obvias que son, resultan innecesarias y aburridas.

Ahora bien, a diferencia de la mayoría de las novelas donde según va avanzando la historia éstas empiezan a decaer, La dama de los cuadernos, por el contrario, cobra más fuerza. Esta evolución coincide, por una parte, con el crecimiento de su hija, cuya figura se va desfigurando, aunque siempre está presente a modo de pequeñas alusiones, “¿Ves Torci, lo mucho que me ayuda hablar contigo?” (p.105); y por otra, ya que cronológicamente coincide con el nacimiento de la vida literaria de Martín Gaite: su primer premio de relato corto Café Gijón por El balneario, el premio Nadal en 1957, su colaboración en Revista española, las tertulias con sus amigos Aldecoa, Rodríguez Moñino, Alfonso Sastre, y muchos más, todos ellos representantes de la Generación de los Cincuenta, o del Porvenir como a ella le gustaba llamarlos, y por supuesto, Sánchez Ferlosio, que luego sería su marido. Luego vendrá la publicación del resto de sus obras, las conferencias, los cursos en Estados Unidos, su tesis de doctorado sobre Macanaz, un ilustrado del XVIII a quien le restituyó su memoria… y admirablemente, a partir de aquí, la novela toma otro cariz. Cremades comienza a sentirse más cómodo en la voz de la propia Gaite. Se aprecia que conoce bien su obra y su vida, y  es ahora cuando la novela va ganando en naturalidad y sinceridad, convenciéndonos y trasmitiéndonos finalmente los anhelos de ambos autores, que en definitiva son los mismos: el amor por los libros, la pasión por la escritura y el placer de ir anotando retazos aislados de toda una vida en los cuadernos, pues parafraseando a Carmen, o a Raúl, qué más da,  la vida es igual que un cuaderno nuevo donde todo está por hacer, y en el que anotamos diversos asuntos, reflexiones sobre libros, pensamientos disparatados o sensatos, en definitiva un collage, de los que tanto le gustaba realizar a Carmen, sin orden ni concierto, pero que va configurando la cartografía personal de cada uno.

viernes, 6 de enero de 2012

¡FELIZ DÍA DE REYES!

Biblioteca Virtual Cervantes



Que mejor regalo para el día de hoy que este poema de Gloria Fuertes, quién con grandes dosis de humor, supo tratar a los pequeños lectores con inteligencia y respeto, y no como si fueran meros zotes únicamente por una cuestión de edad.
















 
El camello cojito (auto de los Reyes Magos

El camelló se pichó
con uncardo en el camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.

Baltasar fue a repostar
más allá del quinto pino....
E intranquilo el gran Melchor
consultaba su "Longinos".

-¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!

-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.

El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.

Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.

A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
en su belfo y en su hipo!

Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.

Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.

-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.

A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.

Aquí podéis escuchar el poema recitado por la propia Gloria Fuertes

martes, 3 de enero de 2012

UN LIBRO, EL REGALO MÁS ORIGINAL Y SINGULAR

La Navidad, como cualquier otra fiesta tradicional, lleva consigo implícita una reiteración de rituales donde los mismos actos, las mismas palabras, las mismas acciones se repiten año tras año. Ahora, después de los buenos deseos para Navidad y de la resaca de Año Nuevo, sólo nos queda hablar ya de los regalos de Reyes Magos.

Siempre he pensado que elegir el regalo ideal para un bibliófilo resulta de lo más sencillo, pues un libro es el mejor presente que se le puede hacer, ya que además de que resultan baratos, llenan las horas, y son exclusivos al establecer con el lector una relación íntima, intensa y única. Así que, coincidiendo por otra parte con la época del año en la que aparecen publicadas las listas de los mejores libros del año, donde quizás el criterio que cobra más fuerza, sino el único, es el de lo más vendidos, os propongo la lista de libros con los que yo obsequiaría a mis amigos bibliópatras. 

En primer lugar, y como no puede ser de otro modo, Donde se guardan los libros, un libro delicioso, curiosísimo y riguroso del siempre sorprendente Jesús Marchamalo, que supone una puerta de entrada a las bibliotecas particulares de grandes escritores españoles como Fernado Savater, Clara Janés o Soledad Puértolas, entre muchos más, y en el que puedes encontrarte una fascinante retahíla de manías sobre las colecciones de libros, cómo ordenarlos o como estos acaban por colonizar hasta el rincón más insospechados de su casas

Para mis amigos amantes de la novela metaliteraria, que ya se van convirtiendo en legión, Diles que son cadáveres de Jordi Soler, miembro de la orden de Finnegans, a la que también pertenece Vila-Matas, cuyo único propósito es la veneración del Ulises de Joyce. Esta novela, no exenta de excentricidades, narra un hilarante y alocado viaje de cuatro jóvenes guiados bajo la dirección de un poeta francés, en el que se deja reconocer fácilmente al escritor Antonin Artaud, en busca del bastón de San Patricio.

A ese cuñado un tanto tiquismiquis y pejiguero que hay en todas las familias, del mismo modo que en todas existe una oveja negra, Familias como la mía de Francisco Ferrer Lerín, un autor convertido casi en una leyenda viva, ya que tras publicar dos excelentes poemarios a mediados de los sesenta y principios de los setenta, dejó de escribir, -de hecho Vila-Matas lo retrató en su libro Bartleby y compañía-, y no ha vuelto a escribir hasta ahora. Se trata de un libro insólito e inesperado dentro de este páramo de novelas pseudohistóricas y desmesurados romances donde los continuos plagios mutuos se repiten ad infinitum.

Para mis amigos más mayores, a los que todas estas novedades editoriales les aburren soberanamente ya que no les aporta nada nuevo, les regalaría la edición y traducción que Javier Marías ha hecho del Tristram Shandy de Laurence Sterne, considerada por el propio Marías como la novela más cervantina posterior al Quijote y el precedente más claro y directo del Ulises de Joyce.

Para los que llevan ya algunos años haciendo sus pinitos en el género del relato, Malditos hijos de perra de Carlos Marzal, y Conversaciones de Gonzalo Hidalgo Bayal, ambos malabaristas de la sintaxis y expeditos trileros con las palabras.

Por último, a esa gran amiga con la que compartimos muchas lecturas, cuya experiencia nos orienta cuando andamos un tanto deslumbrados ante las estrellas fulgurantes que aparecen publicadas cada semana, y que alberga una gran corazón de poeta, Genealogías de José María Cumbreño, un poeta muy próximo que destaca por convertir en materia lírica la realidad que nos rodea.

Así que amigos disfrutad de estos regalos del mismo modo que yo lo haría, y pensar que cada vez que regaláis un libro estáis diciendo tanto de ti como de la imagen que tenéis de la otra persona, y al mismo tiempo le estáis reglando también el deseo de que cada día disponga de un ratito a solas, pasando las páginas y disfrutando del momento, y es que un buen libro es algo que permanece con nosotros para siempre.