viernes, 4 de noviembre de 2011

LEONORA CARRINGTON Y LA MALETA MEXICANA

El Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) expone estos días La maleta mexicana. El redescobriment dels negatius de la guerra civil espanyola. La maleta, tres cajas de cartón, de hecho, se abre para mostrar, por primera vez en el país donde todo sucedió, 4.500 imágenes del conflicto bélico realizadas por Robert Capa, David Seymour "Chim" y Gerda Taro y reveladas en París por Chiki Weisz.
Caja verde de La Maleta Mexicana ©International Center of Photography

Creo que la primera vez que oí hablar de ella fue cuando leí el libro de Susana Fortes Esperando a Robert Capa, un claro ejemplo de cómo destrozar una historia por sí sola apasionante, tanto por sus protagonistas, Robert Capa y Gerda Taro, como por la época conflictiva que vivieron, y que Fortes, con una gran destreza como narradora, la convirtió en un folletín sentimentaloide, plagado de remilgados tópicos y ñoñísimos lugares comunes.





Este verano leí Leonora de Elena Poniatowska y volvía a aparecer. De hecho la protagonista de la novela, Leonora Carrington, fue la mujer de Emerico Chiki Weisz Schwartz, gran amigo de Robert Capa y personaje clave en la génesis, elaboración y salvación de este importantísimo legado fotográfico.

Lo cierto es que esta novela, premio narrativa breve 2011, es, cuanto menos, curiosa. El lector cuando se enfrenta a ella no debe esperar una biografía novelada de Leonora Carrington, una de las artistas más representativas del arte de vanguardias de entreguerras y quizás un tanto injustamente olvidada, sino como dice Poniatowska: “esta novela, […] no pretende ser de ningún modo una biografía, sino una aproximación libre a la vida de una artista fuera de serie. Y en eso estoy completamente de acuerdo, pues cuando la leemos lo primero que nos surge es una serie de imágenes de diferente naturaleza, superpuestas en un mismo plano y que el lector, como si de un detective se tratara, partiendo de los indicios y las señales dejadas por la autora, debe tratar de descifrar y recomponer.

Por lo tanto, lo más llamativo de Leonora  es su estilo. Para nada tiene que ver con lo que estamos acostumbrado donde un narrador omnisciente nos lo cuenta todo, dejando apenas espacio para la imaginación. Al contrario, en esta novela es mucho más importante lo que se deja fuera, que lo que se incluye.

Resulta evidente pensar que la realidad no está formada por una única imagen o un solo plan de acción, un argumento en definitiva. Al contrario, ésta está compuesta de miles de fragmentos que no siempre se dejan ensamblar, y las cosas que a veces vemos unidas, otros, como Leonora, sin embargo, las ven separadas sin apenas posibilidad de unión; de ahí el goce de estar sentados en nuestro rincón favorito, y, a través de su lectura sosegada y dispersa,  intentar recomponer esos añicos sueltos de lo real para restituirlos a su unidad originaria, donde permanecen inalterables. Poniatowska ha demostrado ser una maestra en el arte de la elipsis y consigue con gran habilidad que lo más importante de la historia no se cuente, dejando una puerta abierta al lector para que continúe con la indagación. De ese modo, la historia de Leonora se va construyendo con lo no dicho, con el sobreentendido y con la alusión. Elena  Poniatowska ha puesto toda su pericia en la narración hermética de la historia secreta.

A continuación os dejo un archivo donde aparecen esas imágenes dispersas que más me impactaron o que desconocía,  que bien pueden coincidir con los que ya la hayan leído, o no, pero que en mi opinión le proporciona un valor añadido a la novela.
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